Prólogo:
Cuando los cafés saben a gloria.
-Oh…
Joder… -Me incorporé y busqué las gafas de sol en la mesilla de noche
mientras el sonido del despertador me taladraba la cabeza. ¿Qué había
sido de esos despertadores que hacían un agradable “tiritirí”? ¡Por
Dios! Parecía una maldita chicharra reina en celo. Tras palpar una pila
de libros, un botellín de cerveza, una botella de vodka y una decena de
cartas sin abrir encontré finalmente mis viejas Ray Ban de aviador,
reales, viejas de verdad, no estilo retro. Se las cogí del cuello de la
camisa a mi padre cuando le atropelló aquel coche y desde entonces
habían sido unas compañeras inseparables, cierto es que al principio no
les daba mucho uso, pero empezaron a llegar las resacas consecutivas y…
bueno… simplemente intento batir un record. Pero no viene al caso. Ya
con la iluminación de unas persianas, que olvidé bajar anoche, de hecho
he olvidado la noche entera, bueno que una iluminación rebajada, me
dispuse a empezar una nueva y agradable jornada laboral. Ese soy yo, el
hombre sarcasmo, Isaac Rodríguez, un escritor con tanta personalidad que
su apellido es tan común como unos vaqueros del Bershka, si señor, una
contradicción en mí mismo.
Una vez levantado, tras volcar un vaso
de una patada y perfumar el piso a vodka, arrastré los pies y su
correspondiente cuerpo hasta la cocina. Saque el brik de leche, lo olí,
lo tiré, abrí la despensa y entonces sí, saque lo que sí que parecía
leche y no el cadáver de un albino en una licuadora, debí mirar el color
por pura curiosidad pero bueno, soy mas feliz sin saberlo.
Brillante
sinfonía la de la cafetera cuando funcionaba, sí, definitivamente ese
parecía mi día de suerte, cogí una de las veintitrés tazas contadas que
me había llevado del Starbucks y me tomé mi café con leche sin azúcar,
amargo como mi carácter… vale cierto no había azúcar, no es que no
tuviese dinero para comprarlo, ni que sea el típico escritor fracasado
que vive en un cuchitril, de hecho sabía cocinar bastante bien, y
limpiar, planchar… Pero así quedaba un aire más bohemio, además soy una
persona ocupada, por las mañanas curro de resaca y por las tardes me
tengo que pillar el pedo de la resaca siguiente, ¿Cuándo queréis que
limpie?
A todo esto, Mun, mi gato negro, y escrito así, no Moon,
la excusa de mi continua mala suerte, había venido a mis pies, lo compré
tras estar dos años de mi vida sin publicar nada, pensé, si la vida
quiere joderme por lo menos que tenga una excusa, de ahí que Mun viva
conmigo y que haya una escalera apoyada en una de las vigas de mi
escritorio o Loft que dirían los Esnobs palabra que me parece muy Esnob
en si misma, yo prefiero llamarles gilipollas de los cojones, aunque
habría que matizar el por qué, básicamente porque odio el dinero, lo
aborrezco, me gustaría vivir en Christiania, buscadlo en Google si no
sabéis qué es porque merece la pena, y vivir del trueque.
Podría
decirse que soy escritor, “amago de” más bien, en mi época de
estudiante tuve un cierto orden de estar en clase, llegar por la tarde,
escribir hasta que la necesidad moral de estudiar para el examen del día
siguiente me sorprendía a las dos de la mañana, y así, con mi brillante
talento y la prepotencia reconocida que me caracteriza conseguí
escribir un bestseller, una obra patética y ridícula que vendía una
historia de amor entre adolescentes, mezclado con un poco de aventura,
misterio y surrealismo. Lo de siempre y que la humanidad no dejará de
comprar, fue un año de traducciones, giras, firmas de libros y ruedas de
prensa donde la editorial me obligaba a poner una sonrisa y decir “Todo
el mundo puede escribir, solo tenéis que leer mucho y ponerle ganas.”
“Comprar nuestros libros y comed mucha verdura.” Añadía yo con una
ironía que la gente no captaba como tal, se reían como si fuese una
burda broma de un entrenador, estás en la rueda de prensa de un
escritor, no de Luis Aragonés. Si algún día hubiese respondido “Hemos
hecho un buen partido aunque ellos han tenido más acierto.” Algún idiota
lo habría apuntado y no se habría dado cuenta hasta llegar a casa.
Pero
todo eso ya pasó, ahora vivo con lo que gané en esos años, intento
escribir cuando no me da vueltas la cabeza a quinientos temas tan reales
que no tienen cabida en ningún libro, si acaso alguno de auto-ayuda
pero vamos, que acabaría provocando suicidios, tengo ese don; Escribir
cosas para que la gente se de cuenta de su mierda, sí, también para que
lloren un poquito y digan: Oh! Que bien me has ayudado mucho, gracias.
Pero… Sentirte mal contigo mismo, no ayuda a querer ayudar.
Alcé
la vista de mi gato y eché un vistazo alrededor, mi piso era una única
habitación, solo se diferenciaba una esquina con muros que era el
pequeño baño con un plato de ducha, un lavabo, un váter y un armarito
vacío encima del lavabo y en otra esquina una barra que salía desde la
pared y delimitaba la cocina, con taburetes al lado y tal, para
convenciones sociales que hacía años que no se celebraban, ciertamente
no se qué tiene en contra la gente de los pisos hechos una mierda… Bueno
algo se me ocurre, dejémoslo.
El resto se resumía en
un sofá de cuero viejo, que compré nuevo, pero a base de manchas e
intencionados arañazos buscando el darle el estilo retro, había pasado a
tener cincuenta años, también se veía la televisión unidomiciliaria
obligada y un portátil, juraría que debajo de dos periódicos. Ese era mi
precioso piso, si no contamos la porquería que embriagaba el ambiente.
Terminé
el café, llené el cuenco de comida al siempre hambriento y a la vez
aparentemente famélico Mun y volví a la zona cuarto, por llamarla así.
Abrí el armario, y sí, la camiseta de Marea estaba limpia, me puse unos
vaqueros también limpios, o eso me pareció cuando los recogí del suelo y
los olí y para apuntillar, las converse más gastadas de la historia de
la humanidad. Cuenta la leyenda que de tanta cola como tienen, una
olisqueada dentro y estás colocado un mes, personalmente no lo he
probado ni pienso hacerlo.
Si alguien se ha parado a
pensar, por qué había una camiseta limpia, es porque viene a, venía a
limpiar el piso una chica, Alicia, una persona alegre, vivaracha y que
no se da cuenta que los quinientos euros mensuales que gana, mas los
ochocientos de su novio, marido o lo que sea, no dan para una felicidad
absoluta. Sí, sí, que materialista bla, bla, bla. Yo seria feliz con una
piedra y un cincel para escribir en ella, pero la humanidad está
acostumbrada a tener tener tener y obviamente, en el fondo, se capta su
desgracia aunque suba las persianas de la habitación con una sonrisa y
te despierte dando palmas y cantando el último gran hit de la radio que
todo el mundo canta y que consecuentemente me repatea el culo.
La
cuestión es que antes si hacía eso, sin embargo, cuando la suciedad de
mi piso comenzó en ocasiones a cobrar vida y moverse, llámalo ratón,
llámalo confusión con el gato… Es igual, desde entonces se niega a
limpiar nada, salvo la ropa, gracias a Dios, así que rebajando tiempo y
salario a la mitad, consigo ropa limpia y ser una persona decente y
productiva para la sociedad. ¿No se os escapa una sonrisa cuando me oís
decir eso? Entonces es que no me he descrito bien del todo oque el nivel
intelectual de mis lectores decrece por momentos.
Sí, soy el escalafón más bajo, solo hay uno más bajo, los que hacen lo mismo que yo pero cobrando derechos de la SGAE.
Básicamente
ese sería un resumen de lo común en todos mis días, sin embargo ahora
viene el por qué estoy escribiendo esto, y por qué a alguien puede
interesarle mi vida…
Antiguas Incoherencias
domingo, 5 de abril de 2015
Prólogo sin futuro I
Desperté algo mareado en las escaleras del colegio, saque el móvil
del bolsillo y mire la hora... las 12 de la noche, para mi impresión no
tenía llamadas perdidas, pero cuando ya empecé a pensar con claridad vi
que simplemente no había línea.
-Buscando red, buscando red… payaso.
Me revolví el pelo y mientras bajaba las escaleras alcé la mirada al techo y cerré los ojos tratando dejarme llevar por una inspiración sobre lo que me había ocurrido que no encontraba. Empujé la pesada puerta de hierro que daba al patio, lo primero que me vino a la cabeza es que hubiera alguien en la cocina, y si no ya me las apañaría para que algún interno se percatara de mi presencia y consiguiera que alguien bajara a abrirme. Avancé por los soportales mirando al cielo, las nubes avanzaban a paso veloz, y las pocas veces que lo permitían las nubes, rayos de luna iluminaban el patio, dándole al patio un aspecto aún más tétrico, aunque no me quejaba, todo lo que fuera luz... además, le daban ambiente al hecho más extraño de mi vida, abandoné el refugio de los soportales para atajar por el patio y una fina lluvia, que me pareció que solo era un aviso, pues en cuanto alcé la mirada, eso que algunos llaman lluvia torrencial y yo lo llamé "me cago en todo", surgió de los cielos para darme un aspecto lamentable. Milagrosamente, cuando llegué a la puerta del patio interior, donde estaba la cocina, se encontraba abierta, empuje la puerta de madera que emitió un leve crujido, y cuando miré al vértice opuesto de la esquina del patio donde me encontraba y donde había otra puerta, una sombra se giró e inmediatamente abandono el patio. La reacción obvia hubiese sido gritar o dar un mero aviso, pero si esa persona me había visto y había huido es que no tenía afán en quedarse a charlar conmigo. Suspiré hondo y tras comprobar que la cocina estaba cerrada y nadie contestaba dentro, avancé hasta la puerta de donde la misteriosa y seguramente indeseable sombra, sentimiento que venía dado del rencor que sentía hacia una persona que a lo mejor me había dejado a dormir en un antro como decidí llamarlo hace tiempo cuando vi mi nota media, cuando llegué a esa esquina e intente abrir la puerta, como no se porque mi optimista espíritu me había avisado, estaba cerrada. -Vale, cojonudo y ahora... En ese momento me di la vuelta y a escasos 5 metros de mi caían unas gotas que cualquier persona que hubiera visto cualquier triste, cutre o lo que es lo mismo, antigua película de terror, sabría que no es agua. Volví a levantar la mirada aunque aquella vez no era como signo de paciencia, y colgado, de una viga del patio, de esas donde siempre se nos quedaban colados los balones, se zarandeaba un bulto que, sin ver películas de terror, se sabía que era humano. Antes de preocuparme de lo que tenía entre manos, me preocupé de mi previo interés al recuerdo de los balones pero supongo que no tengo remedio. Cuando me acerqué un poco mas, y entonces sí, me cagué en todo, fue cuando un rayo, el primero de aquella tormenta y muy oportuno, me permitió distinguir quien era, y que sus ojos, casi salidos de sus órbitas supongo que por la presión de la sangre, apuntaban hacia donde yo me encontraba. Aquel hombre, era el director de colegio, odiado personaje, sí, pero no para aquello. Cuando ya había asimilado lo que tenia delante, caí en la cuenta de que un ahorcado no sangraba... Y un rayo contesto a mi pregunta dejando ver una F tallada en el pecho del antes elegante, ahora harapiento, no por su culpa, obviamente el no lo habría permitido en vida, como si fuera un tronco de un naranjo donde alguien graba un mensaje de amor, aunque con un tono un poquito mas tétrico que un "Laura x Raúl”, en ese instante comprendí para que el número de emergencias se supone que funcionaba siempre, o por lo menos mi móvil decía que lo intentaba. Cuando llegó la policía supe que si fuera una novela diría que era el principio
-Buscando red, buscando red… payaso.
Me revolví el pelo y mientras bajaba las escaleras alcé la mirada al techo y cerré los ojos tratando dejarme llevar por una inspiración sobre lo que me había ocurrido que no encontraba. Empujé la pesada puerta de hierro que daba al patio, lo primero que me vino a la cabeza es que hubiera alguien en la cocina, y si no ya me las apañaría para que algún interno se percatara de mi presencia y consiguiera que alguien bajara a abrirme. Avancé por los soportales mirando al cielo, las nubes avanzaban a paso veloz, y las pocas veces que lo permitían las nubes, rayos de luna iluminaban el patio, dándole al patio un aspecto aún más tétrico, aunque no me quejaba, todo lo que fuera luz... además, le daban ambiente al hecho más extraño de mi vida, abandoné el refugio de los soportales para atajar por el patio y una fina lluvia, que me pareció que solo era un aviso, pues en cuanto alcé la mirada, eso que algunos llaman lluvia torrencial y yo lo llamé "me cago en todo", surgió de los cielos para darme un aspecto lamentable. Milagrosamente, cuando llegué a la puerta del patio interior, donde estaba la cocina, se encontraba abierta, empuje la puerta de madera que emitió un leve crujido, y cuando miré al vértice opuesto de la esquina del patio donde me encontraba y donde había otra puerta, una sombra se giró e inmediatamente abandono el patio. La reacción obvia hubiese sido gritar o dar un mero aviso, pero si esa persona me había visto y había huido es que no tenía afán en quedarse a charlar conmigo. Suspiré hondo y tras comprobar que la cocina estaba cerrada y nadie contestaba dentro, avancé hasta la puerta de donde la misteriosa y seguramente indeseable sombra, sentimiento que venía dado del rencor que sentía hacia una persona que a lo mejor me había dejado a dormir en un antro como decidí llamarlo hace tiempo cuando vi mi nota media, cuando llegué a esa esquina e intente abrir la puerta, como no se porque mi optimista espíritu me había avisado, estaba cerrada. -Vale, cojonudo y ahora... En ese momento me di la vuelta y a escasos 5 metros de mi caían unas gotas que cualquier persona que hubiera visto cualquier triste, cutre o lo que es lo mismo, antigua película de terror, sabría que no es agua. Volví a levantar la mirada aunque aquella vez no era como signo de paciencia, y colgado, de una viga del patio, de esas donde siempre se nos quedaban colados los balones, se zarandeaba un bulto que, sin ver películas de terror, se sabía que era humano. Antes de preocuparme de lo que tenía entre manos, me preocupé de mi previo interés al recuerdo de los balones pero supongo que no tengo remedio. Cuando me acerqué un poco mas, y entonces sí, me cagué en todo, fue cuando un rayo, el primero de aquella tormenta y muy oportuno, me permitió distinguir quien era, y que sus ojos, casi salidos de sus órbitas supongo que por la presión de la sangre, apuntaban hacia donde yo me encontraba. Aquel hombre, era el director de colegio, odiado personaje, sí, pero no para aquello. Cuando ya había asimilado lo que tenia delante, caí en la cuenta de que un ahorcado no sangraba... Y un rayo contesto a mi pregunta dejando ver una F tallada en el pecho del antes elegante, ahora harapiento, no por su culpa, obviamente el no lo habría permitido en vida, como si fuera un tronco de un naranjo donde alguien graba un mensaje de amor, aunque con un tono un poquito mas tétrico que un "Laura x Raúl”, en ese instante comprendí para que el número de emergencias se supone que funcionaba siempre, o por lo menos mi móvil decía que lo intentaba. Cuando llegó la policía supe que si fuera una novela diría que era el principio
(2012 Lu) Cerebro - Mode: off
Oh, Superman, por qué
me has abandonado. Desasosiego prevacacional, que no sé si existe, pero
yo lo digo. Iba a hacer una denuncia literaria, plasmar por escrito
todas mis ideas sobre por qué el mundo va mal y qué hacer para
solucionarlo, mandar narrativamente a la mierda a los bastardos
chupatintas que complican la convivencia. Un ensayo, vaya. Pero, como ya
he dicho, estoy desasosegada. Harta de que el mundo avance y yo vaya
con él, pero convencida de que en realidad he hecho un parón en el que
tendré alguna epifanía maravillosa que me revele cómo acabar con toda
esta mierda. ¡Surprise! Vamos a la vez que el resto, y gracias al
histerismo de la sociedad actual, el poco tiempo libre que tenemos rara
vez lo dedicamos a pensar. Qué fácil era ser un aristócrata sin nada que
hacer en todo el día, más que filosofar; bendito Aristóteles. No es muy
difícil aburrirse, es algo inherente al ser humano, incluso las cosas
que nos encantan pueden resultar aburridas si las repetimos demasiado;
he de aclarar que en esa afirmación no incluyo, ya no el sexo, sino los
orgasmos (¡Dios me libre!). Por eso supongo que el agotamiento mental me
durará lo mismo que tardo en volver a adorar los canelones después de
que mi madre los haga tres días seguidos.
Así
que, en mi desasosiego, cuelgo el boli hasta que me visite la
inspiración de las musas apolíneas. Simplemente tenía que hacer saber al
mundo mi frustración por falta de ideas. Que no os piquen las chinches.
Lu Nática
(2012 Lu) Wuthering heights
Y sentirte como si tuvieras que
bajar a los infiernos en busca de la Sibila, alumbrada por la trémula
luz de las farolas y el incesante estruendo del acero de la calle.
Tacón, punta, tacón, punta… Sin rumbo; tampoco importa, el frío ayuda a
escapar de todo aquello de lo que has huido repentinamente, y yendo a
cualquier sitio siempre vas a llegar a algún sitio. Además, aumenta el
melodrama en el que ambientas tu caminar.
Pero,
curiosamente, el rumbo se va creando solo, descargando sensaciones en
el transcurso, mientras envidias a un perro que aúlla porque quiere que
le lancen la pelota. Aullar, correr, explotar y que no se te acerque
nadie en esos momentos, parece muy apetecible. No eres muy consciente de
cuándo, ni de por qué, pero has llegado. Y alzas la vista hacia ese
lugar tan conocido, ahora vacío, y sabes que necesitas que alguien baje
de ahí, que te mire y se ría de tu cara sombría y tu andar enérgico; que
se queje del temporal, que critique tu falta de fortaleza, que ataque
el arrastre de tus emociones. Porque eso te insufla confianza suficiente
como para mandarle a la mierda, y a ti misma también. Y luego reír. No
te apetecía reír, pero sabes que hacerte caso en esas cosas nunca ha
sido su fuerte.
Que le
den al mundo de nuevo, y hoy me conformaría con estar de nuevo en esa
ladera, con la felicidad artificial del humo, y con la promesa tácita de
que el subconsciente siempre sabrá cuales son las coordenadas de mi
estrella.
Lu Nática
Lu Nática
(2011 Lu) Fuego y hielo.
La lava fresca quema, abrasa, pero a la vez es tan bella… Sus ojos la observaban, brillando con luz
trémula y anaranjada, mientras fluía y se escurría entre los recovecos.
Notaba el ardor de los vapores colorear sus mejillas, impidiéndole
respirar, pero nada importaba, porque era tan bella… Estaba siendo
rodeado, pero por suerte la roca en la que se sustentaba era alta y
resistente: así podría seguir contemplándola, su fuego, su pasión, sus
pequeñas explosiones, desde su refugio. Quería alargar la mano e
introducirla dentro de la belleza, formar parte de ella, sentirse bello
por un momento también. Porque aquello era lo que manaba del más puro
centro de la Tierra,
de la naturaleza, algo etéreo e incluso mágico, tanto es así que no era
relevante si lo que resplandecía a su alrededor podía hacerle daño;
solo importaba que él estaba allí, y no podía ver nada que no fuese esa
sustancia. Nada que no fuese ella.
Puede
que pasasen horas, días; no tenía consciencia del tiempo. Lo último que
sintió fue la tierra temblar, llamándole, y el torrente se hizo más
violento y denso, más intenso. Eso era fantástico, porque cada vez
habría más belleza. La veía avanzar colina abajo hacia él, ¡qué dicha!
Ahora estarían realmente juntos. Su mente comenzó a dibujar figuras
extrañas, el corazón le dio un vuelco, dejó de respirar definitivamente,
se sintió vacío… Únicamente pensó con claridad en el error cometido
cuando notó el terrible dolor al que se veía sometido: demasiado calor,
demasiada belleza llegaba hasta él. Ardía. Ya no había refugio. Solo
dolor y belleza, que tristemente iban unidos. Cuando la observaba desde
lejos jamás pensó que pudiese ser tan peligrosa siendo tan arrebatadora…
Porque la lava fresca es muy bella, pero quema, abrasa… y mata.
Cuando
la humareda desapareció, solo quedaron los árboles, muertos, grises,
fríos. Él ya no estaba. Ella lo había consumido. Y ahora ella reposaba
sobre el manto de tierra marchita, sosegada, helada, inofensiva, pero
mostrándose como realmente era: oscura, plomiza, lúgubre. Una roca. Solo
sumida en ese estado cuando hubo acabado del todo con él. Porque la
lava, una vez se enfría, muestra la naturaleza que tiene cuando
permanece demasiado tiempo dejándose ver en la superficie: fría, dura,
hosca e inmutable.
Lu Nática
(2011 Lu) Mi lago. Mi cisne.
De las puntas de los dedos van
surgiendo finas hebras blancas, largas, gráciles. El viento silba y las
agita, anunciando el cambio. Se curva la espalda, que se nutre del negro
cielo para transformarse, incluyendo las pequeñas luces que lo abarcan
esta noche. El cuello marmóreo que crece y se alarga lentamente, aun
bullendo; hace escapar suspiros de sus labios sanguinolentos, no siendo
estos así por mucho más tiempo, pues le es necesario el pico dorado para
cantar su felicidad a los cuatro vientos. Las frágiles piernas en
luengas patas vueltas se muestran, delgadas como el bambú e igualmente
inquebrantables.
Se gira
maravillada para observar su nueva naturaleza, los ojos azabaches llenos
de vitalidad, sintiéndose embriagada por una extraña sensación. Un ser
liviano, muy liviano... Sentir el impulso, y alzar el vuelo, batiendo
las alas blancas cruzando la ancha laguna, volando hacia la libertad.
Volando hacia la vida.
Lu Nática
Lu Nática
(2011 Lu) Haz reír, haz reír, todo el mundo se quiere reír...
Si fueras croupier, ¿que harías?
¿Si pudieras conocer una parte del futuro de una persona sacando una
carta? Poder mirar al adversario a los ojos, sabiendo lo que vas a
mostrarle a continuación, y sintiéndote Dios. Porque durante unos
segundos solo tú sabes lo que contiene lo que ha escogido; porque, si
fueras buen mago y te dejases llevar por los sentimientos hacia alguien,
podrías elegir un número y un palo de toda la baraja y cambiar lo que
va a ocurrir. Un instante, un movimiento, y la luz o la oscuridad.
¿Qué harías?
Para
evitar contratiempos hacia tus intereses es necesario pensar primero en
ti, ser lo suficientemente habilidoso para sacar veintiuno y que
parezca que te disculpas por ello. Arruinar la vida de alguien y que de
igual, porque beneficias a otros. Y que todos los que están a tu
alrededor crean que así debe ser, que eres el nuevo Mesías, porque no
hay ningún movimiento posible que sea mejor. O al menos, más fácil de
conseguir. Eso es lo que pasa continuamente en todas partes, a gran
escala. Los gobernantes han de escoger el mal menor por el bien de las
sociedades. Hay que ser despiadados, duros y agresivos. Y reír. Mucho.
Hay que reír. Hay que ser el Joker.
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